martes, 16 de diciembre de 2008

Recovecos de la locura ( por Sr. Marrón)

Bien, he aquí un interesante pasaje:

Gary Suttor dejó atrás todos los peldaños, que se agolpaban como dientes deformes a lo largo de la escalera del caserón. La oscuridad del porche, apenas iluminado por una solitaria bombilla pendiente de la ventana, no le permitía vislumbrar más que algunos metros más allá de su estado.

Bien, se dijo. Se sirvió de una pequeña linterna que portaba en el bolsillo delantero de su chaqueta para iluminar la zona y así ser capaz descorrer de un solo golpe el cerrojo. Irrumpió con paso firme en el interior de la casa. El silencio opresor tan solo era rasgado, de manera más o menos cíclica, por los chirridos de las fibras del piso al tensarse bajo sus botas. Frente a él, toda una vasta extensión de negrura: la negrura infinita de la locura a la cual los haces de luz apenas conseguían inquietar.

Continuó caminando hasta quedar erguido cual vetusta estatua en el centro del comedor. Creyó estar en un sueño dorado de manera repentina, como si una corriente de ficticios recuerdos hubiese fluido hasta la profundidad de su mente.

-¡Noooo!

"te lo advertimos, Gary. Has de matar para cumplir nuestro pacto. Aquel ultimado en los lares diabólicos de las pesadillas. Mátalos a todos. Viola a jovencitas. Sabemos que disfrutas, pero es esa patológica timidez la que impide liberar tu esencia y ser tú mismo."

-¡Hijo de puta!, vete y déjame...-Gary se derrumbó con un alarido que retumbó por los recovecos de la estancia hasta quedar sepulto en los desgastados muros.

"Yo no tengo madre ni padre, Gary. Como tú...me necesitas a mí y yo te necesito a ti. Pero debes traer a más como nosotros...fornica como la fiera salvaje que eres. Hazme padre, Gary..."

Sin previo aviso la lámpara que colgaba justo por encima de la cabeza de Gary se encendió. Aquella imprevista fuente de luz reveló todos los detalles antes ocultos del lugar: las paredes estaban cubiertas de tapices que databan, probablemente, de la era romántica; de cuadros donde eran representadas talentosamente personas mutiladas; dos escaleras de caracol; etcétera.

Gary, quien estaba desplomado en el suelo a causa de su sorpresa, intentó huir a gatas hacia la salida, pero cuando estaba a medio camino algo agarró su pie. Tironeó de él con todas sus fuerzas, mas no pudo liberarlo. Fue arrastrado de nuevo con una fuerza descomunal, así lo percibió, hacia la mitad del comedor.

Sin haber podido ver desde posición boca abajo qué le había aferrado, tan sólo deseó que su asesinato fuera fugaz, indoloro.

Concentró todas las energías de las que dispuso en aquellos instantes de horror para revolverse y poder así contemplar la clase de bestia que respiraba tan agitadamente a su lado. Nada más ver su silueta perfilada por aquella brillante luz proveniente de lo alto, quiso morir: era una especie de gorila de ojos desorbitados cuya lengua , de dos metros de longitud o más, calculó a ojo, se escapaba de sus fauces para enroscarse en torno a su tobillo como una pitón. El tórax de la bestia de comprimía y dilataba, permitiendo una respiración vasta y salvaje justo bajo sus peludos hombros.

-¡Déjame. Yo, yo…fuera!-ni siquiera podía reconocerse a sí mismo. Cuando uno está atrapado en las cadenas de la muerte desaparece su reflejo en la realidad, sólo actúa sin pensar de forma racional y guiado por instintos. Y la naturaleza de Gary le ordenó escupir a la bestia que, la lengua plenamente desplegada entre sus grandes arcadas, olisqueaba el lugar. De nada sirvió, por supuesto. Volvió a mirar en derredor como sus antepasados homínidos en busca de la lanza de hueso que permitiera derribar al mamut ofensor, pero sólo encontró su linterna. Al menos quedaba a poca distancia de él en el suelo, así que forzó su columna vertebral en un gran estiramiento hasta lograr alcanzarla.

Con el aparato entre sus dedos volvió a patalear para liberarse de aquella lengua gigante que le oprimía el pie, y cada vez más, en vano. El animal se había desinteresado de él y proseguía olisqueando, aún estático en el piso, apoyado sobre sus extremidades inferiores como buscando nuevas y suculentas presas. Hubo algo que le sorprendió sobremanera y fue el hecho de que la lengua perdía cierta fuerza cuando la linterna se enfocaba hacia ella. Consciente de esto, se irguió en el suelo y acercó la luz a su rugosa superficie violeta. Aquel deshuesado compendio de pura musculatura se flexionó y retrocedió un poco sobre sus ropas, sin llegar zafarle pero aflojando paulatinamente a su presa. Aquella monstruosidad permanecía, no obstante, tan cegada por su estúpida tarea de olisquear y gruñir que ni siquiera llegó a inmutarse.

Gary lo vio claro: cuando el vértice del miembro musculoso que le retenía sobre el suelo se hubo en roscado sobre sí mismo para misteriosamente protegerse de su luz y relajado notablemente tiró hacia atrás con todas sus fuerzas, liberándose en una violenta caída de espaldas. A pesar del desorden y la brusquedad de sus movimientos en el aire tuvo tiempo de ver que , esta vez sí, el monstruo lo miraba con fijeza, los ojos huecos de inteligencia.

Gary no quiso esperar allí dentro la reacción del animal y echó a correr como alma que lleva el diablo. Empujó la puerta que precedía la salida de la mansión con un puñetazo y salvó todos los escalones de un salto. Podía ver su aliento blanco desaparecer fugaz en la penumbra nocturna. Se introdujo en el bosque Empire sin mirar atrás. No se oía a la bestia.

“fornica, viola, mata, estás avisado. El diablo nunca avisa dos veces”